A finales de la década de los setenta ya era evidente la incompatibilidad entre los ideales revolucionarios y el feminismo: los primeros pretendían destruir el pasado de manera gatopardiana , restaurándolo a conveniencia; mientras que las mujeres desafiaban valores y estereotipos tras la búsqueda de la igualdad y de la emancipación[1].
Hoy en día, esa discrepancia originaria (ambición y dominio de un lado; respeto a la diferencia del otro), se ha transformado en un abismo ético cuya profundidad es groseramente evidente en América latina. Resulta francamente inmoral la pasividad y la indiferencia (cuando no la complicidad) de feministas de vieja data que ahora ocupan posiciones de poder en el continente; en Venezuela, por ejemplo, el extravío de esas desmemoriadas, entre las que se cuentan Helena Salcedo, Nora Castañeda o Marelis Pérez Marcano, resulta particularmente irritante: no sólo callan ante situaciones escandalosas que atañen las libertades y los derechos humanos en el país y en el mundo, sino que aplauden con entusiasmo las alianzas con gobiernos corruptos, dictatoriales y teocráticos (Cuba, Zimbabwe, Bielorrusia, Irán). Destinos éstos elegidos por Hugo Chávez para realizar su shopping anual de armas en giras a la que se refiere socarronamente diciendo (domingo 16 de agosto) “todos los años hago esa gira, hacia lo que llaman eje del mal”.
En un momento en el que las izquierdas radicales parecen cruzar alianzas con estrategias que imponen el ocultamiento del rostro femenino en prueba de sumisión, vale la pena recordar otras mujeres, de rostro descubierto, que han permitido transparentar el poder. En unos casos, la visibilidad de estas mujeres ha propiciado el fortalecido las instituciones democráticas (la elección de la juez Sonia Sotomayor es un magnífico ejemplo de ello); en otros, los rostros femeninos han puesto en evidencia el poderío de gobiernos brutales. El juicio de Claude Reiss en Irán rebela nítidamente la naturaleza del fascislamismo[2] y la persecución de Aung San Suu Kyi en Birmania muestra la ferocidad inherente a todo totalitarismo. En fin, entre las mujeres de rostro velado, están aquellas que se preguntan si será religión o misoginia lo que las obliga a vivir de incógnito, a sufrir apaleamientos públicos si un viento travieso muestra un picón de tobillo o a morir de hambre si rechazan los avances sexuales del marido[3].
Quizá ha llegado el momento de armar un movimiento internacional de mujeres que promueva la liberación de los rostros. Aquí van algunos rostros.
[1] El feminismo siempre ha estado más cerca de otras corrientes progresitas, el ecologismo por ejemplo. http://209.85.229.132/search?q=cache:TzoBgO6YaCQJ:www.ecologistasenaccion.org/IMG/pdf/feminismo-politicaoetica.pdf+etica+feminista+versus+izquierda&cd=5&hl=es&ct=clnk&client=safari
[2] Término acuñado por Bernard Henry Levy. Ver http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=969190
[3] A propósito, “Mujeres musulmanas ¿misoginia o religión?” de Georgina Orué en http://ar.geocities.com/obserflictos/mujerislam.html
1 comentario:
Esta es una prueba
Publicar un comentario