Siete Días entrevista
María Sol Pérez Schael "Juan Bimba y Mr. Danger forman parte de la ideología dominante" La investigadora considera que la inmadurez, el resentimiento y los complejos acompañan al ser venezolano, que oscila entre dos roles: el de abusador y el de víctima. Afirma que el Caracazo no fue un acto revolucionario, sino una revuelta consumista, y que la clase media ha entrado en la historia de las revoluciones TAL LEVY | |
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Se ha dedicado a desmontar viejos mitos y expresiones arraigadas, hasta llegar a calificar "la siembra del petróleo", difundida por Arturo Uslar Pietri, de frase culturalmente malsana. Pero ¿seguimos viviendo prisioneros de esa frase? "Absolutamente", contesta vía correo electrónico María Sol Pérez Schael, socióloga y doctora en Ciencias Políticas que desde hace varios años vive entre Caracas y París, donde recientemente se incorporó al Grupo de Estudios Interdisciplinario sobre Venezuela, integrado por investigadores y doctorandos de diversas universidades de Francia.
La profesora titular retirada de la UCV y autora de Petróleo, cultura y poder en Venezuela, merecedor del Premio Conac de Ensayo Mariano Picón Salas en 1994 y reeditado este año por Los Libros de El Nacional, ahonda: --Puedo afirmar que en Venezuela hay sólo dos maneras de entender el tema petrolero: una supone que el petróleo es dinero, de allí que tenga sentido hablar de "siembra". Sembrar significa invertir el dinero correctamente. La otra visión imagina al petróleo como una riqueza escondida debajo de la tierra, suerte de caja fuerte de Rico Mac Pato que "los villanos" (me refiero al imperialismo y a los poderosos) vienen a robarnos, por eso hay que venderlo bien caro, es decir, "a precio justo". Estas visiones son ahora ¡razón de Estado! Y eso es trágico. Me pregunto por qué nos resulta tan difícil comprender que el petróleo no es dinero sino energía, energía que se consume en las industrias y es justamente ese consumo, es decir, la compra del petróleo, lo que ha forjado la compleja civilización moderna. Los países que compran y consumen petróleo progresan; en cambio, los que lo venden son ricos pero llenos de pobres.
--¿Existe una discrepancia entre lo que somos los venezolanos y cómo nos vemos a nosotros mismos? --No. Yo diría, más bien, que oscilamos entre dos visiones representadas en el esquematismo del "vivo" y el "bobo" (o el Tío Tigre y el Tío Conejo).
Con la imagen del "bobo" asumimos el rol del pobretón buena gente y dominado; allí tenemos al venezolano que utiliza la filosofía del "miamor" para disfrazar su incompetencia o que pretende manipular culpando de sus males a los demás. Por eso son tan elocuentes las figuras del Juan Bimba, que representa al pueblo llorón y frágil, o la del indígena de buen corazón engañado por el colonizador, ese famoso malvado Mr. Danger. En otras ocasiones, cuando no juega a ser víctima, entonces el venezolano se vuelve victimario y a su servicio tiene la imagen de Bolívar, el superhombre que cree saber más que los demás, el prepotente que se siente con derecho a todo, el barbarazo, el que tira la parada. Generalmente, este superhombre triunfa en asuntos irrelevantes y hace boxeo de sombra. Vivimos alternativamente esos dos roles: el de abusador y el de víctima. Así nos vemos y así terminamos siendo. Los venezolanos somos incapaces de reconocer nuestra autonomía, responsabilidad o competencia. Somos acomplejados... Y por eso, resentidos.
--¿Qué ha pasado con Juan Bimba? ¿Mr. Danger ha resurgido o siempre estuvo allí? ¿Quiénes dominan hoy nuestra verdad cultural? --Ambas imágenes nos han acompañado a lo largo del siglo XX y, para nuestra desgracia, continúan estando allí en este comienzo del siglo XXI.
Lo único que ha cambiado es que Juan Bimba y Mr. Danger tienen ahora carta de residencia y legítimos derechos. Forman parte de la ideología dominante. La realidad es que vivimos bajo el imperio del superhombre que ha venido a salvar al incompetente pueblo incapaz de hacer las cosas por sí mismo. Ese superhombre, legítimo heredero de Bolívar, es el osito de peluche que nos acompaña en nuestra inmadurez. Pero no es una novedad. Nuestra historia podría escribirse con la disputa entre los que se sienten herederos de Bolívar por la sangre y la identidad de clase (los mantuanos o los amos del valle) y los que se sienten herederos por las armas (los militares y los revolucionarios). ¿El pueblo? Un convidado de palo, el pretexto utilizado por esos grupos para hacerse con el país.
--En Petróleo, cultura y po- der en Venezuela, usted escribió: "Nuestros líderes, como lo vimos en 1936 y en 1983, se afirman mediocremente con el discurso animista y simplificador: la riqueza es mala, el petróleo es culpable, los ricos son amos, corruptos y traidores; el pueblo es bueno si cree en Bolívar, ladino y esclavo si admira la vida confortable".
Entonces, ¿todo sigue igual? --Creo que mientras el país no asuma su realidad y no entienda cuáles son sus verdaderas capacidades y limitaciones, no saldrá adelante. Mientras no se asuma responsable de su destino en lugar de andar culpando a Colón, al imperialismo o a los ricos, vivirá bajo el embrujo de esas imágenes consoladoras: del pobre pueblo bonachón pero ingenuo y el malvado enemigo que nos impide ser lo que queremos.
¡Madura mijo!, podría decir alguna de nuestras abuelas.
--En ese mismo libro afirma que el Caracazo fue una explosión social, no una acción política, debido a la inmediatez del movimiento y a la fantasía consumista. Si es así, ¿por qué la llamada revolución bolivariana toma el Caracazo como piedra angular, originaria? --Creo que el Caracazo fue una revuelta consumista que tomó la forma tradicional del saqueo (no olvidemos que saquear forma parte de la cultura política del venezolano). Pero eso no debe confundirnos.
Durante el Caracazo, la gente no se vengaba de los políticos; protestaba contra la exclusión del mercado, porque no soportaban el alto costo de la vida, porque los bienes que necesitaban estaban fuera de su alcance. Por eso salió a tomar lo suyo. ¿Acaso no nos dicen que el petróleo es nuestro?, ¿acaso eso no significa que la riqueza es de todos? En febrero de 1989, la energía de la gente se concentró en el pillaje de aparatos eléctricos, comida y whisky, a nadie se le ocurrió atacar Miraflores o las sedes de los partidos. No, el Caracazo no fue un acto revolucionario como lo pretenden ahora. Pero quien tiene el poder escribe la historia y ¿quién no querría contar en su haber con un movimiento de masas tan potente como lo fue el del Caracazo?
--Thomas Friedman, columnista del diario The New York Times, ha formulado la primera ley de la petropolítica, según la cual los niveles de democracia y de libertades en un petroestado son inversamente proporcionales al precio del petróleo; es decir, mientras más alto está el barril, menos libertades hay.
¿Cree que la Venezuela actual suscribe esta afirmación? --Como tendencia sí, pero eso hay que explicarlo. En mi opinión, la restricción de libertades está asociada a cualquier país en el que el Estado concentre el poder económico.
Ese es el caso de buena parte de las naciones petroleras (hay excepciones como Noruega o Canadá), que convierten al Estado (en realidad al gobierno) en el capitalista más rico y, a veces, en el único capitalista del país. En esas condiciones es inevitable que disminuyan las libertades y la primera es la económica, pues quien gobierna puede distribuir esa riqueza entre los sectores que le son cómplices y arruinar a quienes lo adversan. Puede enriquecer a sus compinches y corromper a los ciudadanos al transformarlos en clientes.
Si al enorme poder económico le agregamos el centralismo en el poder político y la desaparición de los contrapoderes de la democracia (autonomía del Poder Legislativo, Judicial y Electoral), entonces no hay individuo ni libertad que valga. En Venezuela vamos en ese camino, pero nos queda todavía un trecho por recorrer antes de llegar al abismo.
--En un artículo publicado en su blog Criticon-line y reproducido en ABC de la se- mana, afirma que la tunecina es la primera revolución protagonizada por las clases medias y que éstas son la expresión política propia de las sociedades modernas. ¿Por qué? ¿Qué papel desempeña la clase media, que merma cada vez más, en una nación como Venezuela? --Desde el punto de vista de la teoría política y de la sociología, la clase media ha sido poco estudiada y, podríamos decir, hasta despreciada. Se le considera una clase social mezquina, individualista y sin identidad, indiferente a la vida colectiva y a la política. Es una clase social conformista que carece del glamour de la burguesía y de la identidad retadora del proletariado. Sin embargo, la política ya no es lo que era antes, cuando imperaban las ideologías y los partidos.
Hoy en día, sin esas restricciones institucionales, el individuo, múltiple e infinito, se impone como el nuevo sujeto político por excelencia. Al lado de esa explosión de expectativas que representa el imperio del individuo, vemos desarrollarse sociedades hipercomunicadas con las nuevas tecnologías. De la combinación de ambas dimensiones, la individual y la tecnológica, surge una nueva forma de comunicación política instantánea e infinita.
Las personas pueden organizarse alrededor de cualquier objetivo, por más irrelevante que sea, y para ello no necesitan el permiso de un partido o una organización, simplemente tienen la red. Por ello es que la política puede construirse desde el espacio privado e individual, y ése es el espacio de las clases medias. Así, pues, el individualismo ya no puede ser considerado asocial ni egoísta; al contrario, a través de Internet está volcado hacia la vida pública y, de ahora en adelante, será la base fundamental de las revueltas del futuro. Hay que decir que la clase media ha entrado en la historia de las revoluciones; lo hizo en Túnez, pero su eficiencia política ya había sido demostrada antes, si no pregúntele al presidente Obama. |