miércoles, 4 de noviembre de 2009

PARIS MATCH Y SU ANGELITO INOXIDABLE














                 Este muro de agua no es un muro   
                                             Un cubano cualquiera a René Magritte




Se cumplen 20 años de la caída del muro de Berlín, un evento que arrastró a la Unión Soviética y terminó, de paso, con la guerra fría. En Europa lo están celebrando con infinidad de reportajes que muestran imágenes de aquel Berlín absurdamente dividido por una pared de hormigón. Esa situación de encierro obligado es hoy, para el mundo, incomprensible e insoportable. ¿Cómo fue que no lo derribaron antes? Difícil responder. Más sencillo y quizá más útil es recuperar la dimensión humana de aquella tragedia: el sufrimiento de familias divididas, la desgracia de jóvenes asesinados o presos al intentar huir y la represión de la temible y omnipresente Stasi. Al lado de la adversidad, los documentales también recuerdan la valentía de esas evasiones exitosas, algunas de ellas francamente espectaculares, a la medida del horror que se vivía.
Esa memoria parece hablarnos de cosas del pasado, sin embargo ¿cómo no recordar a Cuba? ¿Por qué Europa no se escandaliza ante los 50 años de encierro que llevan padeciendo los cubanos? Es cierto que allí no hay una barrera de hormigón ni unos barrotes que hagan visible la prisión pero ¿acaso una barrera de agua no es igualmente un cerco infranqueable? ¿acaso no han muerto miles intentado huir de esa tragedia? ¿acaso no cuentan los presos de conciencia ni los estigmatizados?
Mientras Europa celebra, y con razón, el fin de un absurdo, la revista Paris Match le hace la fiesta al carcelero del caribe publicando un reportaje edulcorado en que nos regala una imagen dulce, familiar e “inoxidable” de Fidel, el verdugo de millones de seres humanos. Quizá, para la moralidad de Match, un caribeño no es igual de humano que un alemán. ¡Qué broma con los europeos!




POLITICA: UN ARTE CALIDO Y COMPROMETIDO

El lingüista norteamericano  George Lakoff, profesor de Berkeley, cognitivista y especialista en las metáforas, se ha dedicado a estudiar las opciones del lenguaje político y cómo los aspectos morales intervienen en el debate público. Su teoría sobre los  “framing” intenta explicar de qué manera las palabras, en el discurso político, remiten a un marco conceptual y moral. Si usted, por ejemplo, elige referirse a una acción con la palabra “revuelta o sublevación”, está eligiendo también la idea que hay una injusticia y que esas personas quieren liberarse; en consecuencia, usted está evaluando ese comportamiento como una cosa buena. Eso es —dice Lakoff— un “frame[1] y hoy en día existen especialistas en crear esos “framing”.
En una edición especial dedicada a los discursos de Obama[2], el diario Le Monde publica una entrevista con el profesor Lakoff. En ella, el lingüista reflexiona sobre las dificultades confrontadas por Obama para llevar adelante las reformas prometidas, en particular, la del sistema de salud. El título de la entrevista: “Obama tiene la presidencia pero no tiene la máquina de los mensajes” anuncia ya que, en política, no es suficiente tener la razón, el poder o la superioridad moral; es indispensable convencer a la gente de ello; se requiere que los mensajes tengan destinatario. Esta ha sido, en opinión del lingüista, la falla de Obama. 
No es nuestra prioridad entender el fracaso del presidente americano, queremos, más bien, identificar cuánto de la teoría de Lakoff puede ser útil para entender las dificultades de articulación de la oposición venezolana. Esperamos de esa forma comenzar a comprender el porqué de su debilidad aún teniendo la razón y siendo mayoría. Sugerimos, pues, leer las opiniones de Lakoff invertidas, de manera que allí donde dice Obama o demócrata uno piense en oposición y donde diga republicanos uno piense en Chávez. El ejercicio es interesante:
En primer lugar —afirma Lakoff— los demócratas han elegido explicar las reformas en términos técnicos y no morales, de manera que la gente no logra percibir lo más importante: que a los americanos lo que se les pide es que actúen, con respecto a sus propios compatriotas, como lo hacen con otros países que tienen necesidades. Por razones de coherencia, este principio moral (para los tuyos lo que pides para los otros) tendría que ser admitido por la población.
En segundo lugar, los republicaciones poseen un sistema de comunicación desarrollado y enseñan a su gente a pensar, argumentar y hablar como conservadores además, tienen especialistas capaces de “formatear los discursos”, dotando así a sus seguidores de fuerza moral y argumental. Los demócratas, por su parte, tienden a “formar expertos” que intervienen en el debate como “brigadas de la verdaddesmintiendo las versiones de los republicanos. Esto —señala Lakoff— los obliga a construir su discurso en función del de los republicanos. En consecuencia, siempre van a la saga de sus adversarios.
En tercer lugar, no sólo frente a republicanos el lenguaje de los demócratas cae en la trampa. Lo mismo ocurre frente al otro adversario de las política de salud: las aseguradoras. Aquí, las hipótesis de Lakoff son muy interesantes: Los republicanos—dice— han retomado los reproches que se le hacen al sistema de salud actual y los han transformado en argumentos ¡contra el plan Obama!. Dicen: el plan es burocrático o el plan va a limitar los tratamientos y estas críticas son compartidas por la gente porque, en realidad ¡son esos los reproches que le hacen actualmente a las aseguradoras! Así, pues, la jugada es maestra: lo que es, de hecho, una crítica contra el sistema de salud actual (regido por las aseguradoras) los republicanos lo transforman en una crítica (a priori compartida por la opinión pública) pero la dirigen contra el plan del gobierno (que todavía no existe). ¡Genial, como para tentar a Luis Vicente León!
Está claro que, en Venezuela, los valores morales que defiende la oposición no se traducen en mensajes, ni le llegan a la gente. El reciente interés por el baño con totuma y el olvido de los millones que no tienen agua desde hace años, es revelador de esa ausencia de mensaje moral. Lo más probable es que en los barrios se piense que la oposición es clase media y actúa en forma interesada y egoísta ¿Acaso se movilizó antes por ellos? No —dirán— y entonces concluirán que la oposición se moviliza sólo si se ve afectada directamente. Sin embargo, el tema del agua era y sigue siendo un escándalo nacional.
Así mismo, es usual que el gobierno le atribuya a la oposición las críticas que deberían y van dirigidas a su gestión. Tomemos el colapso en el servicio eléctrico o en el suministro de agua: en estos temas el gobierno ha logrado borrar su propia ineficiencia e irresponsabilidad tras el mensaje “demasiado consumo” . En consecuencia, la responsabilidad la tiene ¡la gente que se baña o que tiene muchos aparatos eléctricos!. Un efecto similar ocurre con el tema de la escasez de alimentos o la inflación. La oposición vuelve a pagar el precio de no incorporar un lenguaje moral en sus discursos.
Con respecto a la política de Obama, Lakoff concluye que mientras los demócratas son cartesianos y apelan a tecnicismos, los republicanos recurren, sobre todo, a los valores morales, a la identidad y a las emociones. Exactamente lo que hace Chávez.


[1] http://berkeley.edu/news/media/releases/2003/10/27_lakoff.shtml
[2] Le Monde  miércoles 4 noviembre.