VENEZUELA EN EL BOLSILLO DE LOS CASTRO
“Esperó cuarenta años para meterse a Venezuela en el bolsillo, y lo
logró”. Con esta frase el teniente coronel Juan Reinaldo Sánchez, antiguo
guardaespaldas de Fidel resume en “La vie
cachée de Fidel Castro”[1],
la obsesión por Venezuela del hombre que reina en la Habana.
Los venezolanos lo sabemos. Nos consta que quiso seducir a
Betancourt al caer la dictadura de Pérez Jiménez, cuando pensaba que con buenos
modales podría conseguir petróleo barato. Nos consta, también, que al fracasar
en ese intento buscó los caminos rudos de la injerencia y la guerra, financiando
la fallida invasión de machurucuto y las actividades de la guerrilla durante
los primeros años de la democracia en Venezuela. A pesar de esos fracasos, Fidel
no cejó en su intento y finalmente, con la llegada de Chávez al poder, logró
meterle la mano al petróleo venezolano.
De este tema, al menos en Venezuela, se ha hablado bastante.
En cambio, de la Isla Cayo Piedra, una pequeña joya para goce personal de Fidel,
situada a 15 Km de la costa sur de la isla, no habla nadie y menos aún los pobres
cubanos que ni siquiera imaginan que existe.
Sólo la conocen algunos cómplices extranjeros, García Márquez entre
ellos, que han tenido el privilegio y el placer de compartir ese paraíso por
invitación expresa del reyezuelo. Cuando así ha sido, los favorecidos han
podido alojarse y disfrutar de la casa de la Isla Sur (porque hay que aclarar
que el cayo lo forman dos islotes unidos por un puente de 215 metros que Fidel hizo
construir por el hermano de Camilo Cienfuegos cuando decidió hacer de ese lugar
su edén privado). Emulando a los marajás del Rajastán, Fidel acostumbra pasar
allí la estación seca, de junio a septiembre, porque en el período de lluvias
prefiere ir a La Deseada, otra de sus propiedades, y practicar la cacería de
aves (patos y otros especímenes). Así
pues descubrimos, en este libro de Sánchez, que Fidel es un deportista insigne:
pesca y hace submarinismo una temporada y, la otra caza… y no sólo animales sino
cretinos.
Pero ¿no nos habían dicho que las vacaciones eran burguesas?
Sí, pero eso sólo se lo creen los
idiotas, porque Fidel, Dalia y sus 5 hijos se relajan en los predios de Cayo
Piedra. Allí pescan la langosta, crían tortugas, nadan en la piscina de agua
dulce, y disfrutan deliciosos paseos a bordo del yate Aquarama , paseos que pueden terminar con un copioso almuerzo bio
en el restaurante flotante del cayo o, disfrutando del juego de los delfines en
el delfinario, instalado especialmente para placer de los Castro, no muy lejos
de la rampa de tiro para misiles sol-aire. Por que no hay que olvidar que la
guerra siempre amenaza. El libro de Sánchez trae una foto aérea del Cayo. Al
verla comprendemos la afición de ciertos dirigentes venezolanos por el mundo
marítimo. Sin duda un Aristóbulo no hace sino seguir, a una milla náutica, la
travesía del líder máximo.
“La vie cachée de Fidel Castro”, escrito con la colaboración del
periodista Axel Gilden, y en venta desde hoy en las librerías de Francia, es también
tema de portada de la revista L’Express. Vale pena leerlo. No sólo revela la
existencia de un lugar secreto de los Castro, develando así el plumaje
hipócrita del rey de Cuba, sino que permite comprender un poco más cómo se
manejan los hilos de la política de izquierda en América Latina. Así, por
ejemplo, se hace transparente el incomprensible nombramiento de un personaje
inefable, la señora Adina Bastidas, que pasó de gremialista en la UCV a
¡Vicepresidenta de la República!. Cuenta
Sánchez que esta señora (y como ella muchos otros que no imaginamos) fue
reclutada por el Departamento América
cuando era consejera del gobierno sandinista, a fines de los setenta, y actuó como una de
las fichas iniciales de Fidel en el gobierno de Chávez. Comprendemos también el
rol clave del hombre de la modernización informática y comunicacional del país,
Ramiro Valdez, clave en el avance de la izquierda en Centroamérica y en el control de Venezuela ahora.
Podemos inferir que cada viaje hacia la isla tiene como
finalidad recibir instrucciones políticas. Desde allí se controlan los hilos
del poder en Venezuela. Y ¿los venezolanos qué?: pues no queda más remedio que
concluir que el pueblo ha caído por inocente y que los mandones de turno se
erigen sobre la canallada y la deshonra, pues después de 15 años de revolución el
país no es nuestro y la divisa de sus habitantes es: miseria. A buscar la
explicación en Cayo Piedra, el síntoma del socialismo del siglo
XXI.
[1] “La
vie cachée de FIDEL CASTRO. Les révélations explosives de son garde du corps
personnel”. Edic. Michel Lafon, 2014