La estruendosa derrota de la socialdemocracia alemana (SPD), partido que pedió 75 escaños frente a la alianza de socialcristianos (CDU/CSU) y liberales (FDP) de Angela Merkel y, por otro lado, la pérdida de un 20% del electorado del partido socialista francés (PSF) en las elecciones al Parlamento Europeo, pérdida que benefició a Europe Ecologique y convirtió en “presidenciable” a Daniel Cohn-Bendit, han encendido las alarmas en los partidos fuertes de la izquierda europea y provocado declaraciones tan estridentes como las del coordinador de relaciones internacionales del PP, Jorge Monagás, quien el 27 de septiembre le declaraba al ABC de España: "no hay ningún gran país de Europa gobernado por socialistas". En realidad, la mayor parte de Europa (salvo España, Portugal, Austria, Bulgaria y las pequeñas, Eslovaquia y Eslovenia) se ha inclinado hacia la derecha y, si no bastaran estos fracasos, parece que todavía tendrán que tragar duro (quizá por elecciones anticipadas) cuando ocurra el triunfo anunciado de los conservadores británicos, con David Cameron a la cabeza.
Si nos atenemos al encendido debate que ha suscitado el tema no cabe duda de que la interrogante sobre el destino de la izquierda en Europa amerita una respuesta. Según algunos, la socialdemocracia padecería de la desafección de electores que no se sienten representados ni por sus líderes ni por sus políticas. Otros, menos alarmados, atribuyen el fracaso a conflictos internos o debilidad en las alianzas. Los más críticos afirman que las políticas de la izquierda se han vuelto reactivas y, extremando sus argumentos afirman, audazmente, que la izquierda tiene miedo de gobernar. Algo de cierto debe haber en todas estas opiniones, sin embargo, el fenómeno político que constatamos en Europa es apenas el asomo de una transformación más profundas, cuyas complejidades no son todavía cabalmente comprendidas.
Antonio Estella, de El País de España, ha sostenido que "la derecha domina en Europa la política pero la izquierda domina las políticas” y Denis Tillinac, cronista de Valeurs Actuelles, afirma que la socialdemocracia paga el precio de su triunfo pues el modelo que reina en Europa desde 1945, modelo impulsado por liberales, socialistas o demócrata cristianos, no es otro que el estado de bienestar ¡ideado por la socialdemocracia!. De allí que concluya que la izquierda “o repiensa radicalmente sus vínculos con la historia o la abandona con la amarga consciencia de haber escrito casi todas sus páginas.”
Tanto Estella como Tillinac han identificado el aspecto más interesante de la crisis de la izquierda, a saber: que los límites tradicionales entre los partidos, límites que permitían identificar diferencias ético políticas y doctrinarias, han desaparecido. En cierta forma, ya no es útil decir que se es de derechas o de izquierdas pues finalmente esas descripciones no son útiles cuando la política tiene que responderle a los ciudadanos. El caso más contundente parece ser el del presidente Sarkozy quien, respondiendo a los electores con soluciones de izquierda, le levanta la alfombra a los socialistas y los deja sin política propia. Similar fenómeno puede explicar el éxito de los partidos y organizaciones verdes, que día vez aparecen más afianzados en el panorama europeo. En este recorrido, seguir a Daniel Cohn-Bendit, es la clave.
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