Las comparaciones siempre son odiosas, dicen algunos, especialmente los conformistas que prefieren evitarlas para solazarse en su mediocridad…
Sin embargo, la realidad que nos revela una comparación puede ser más efectiva que mil palabras o mil explicaciones.
Veamos algunas comparaciones “antipáticas”
IRLANDA ES COMO CARACAS
Irlanda es un pequeño país, que fue conquistado por Cromwel en 1649 y perteneció al Reino Unido de Gran Bretaña hasta 1932. Fue, pues, colonizado por el imperio británico y apenas en 1937 logró independizarse y proclamar su primera constitución. La gran hambruna que afligió a su población a mediados del siglo XIX y la emigración masiva que la siguió, provocó que Irlanda perdiera más de un millón de habitantes entre 1840 y 1950. Hoy día su población es un poco más de 4,2 millones de habitantes. ¡Es, pues, un país del tamaño de Caracas!.
Sin embargo, ese pequeño país, casi una pequeña ciudad, cuenta con una prestigiosa universidad, Trinity College de Dublín que, en el año 2009 obtuvo el puesto 43 entre las 100 mejores universidades del mundo. Irlanda ha obtenido, también, cuatro (4) Premios Nobel de Literatura: George Bernad Shaw, W.B. Yeats, Samuel Beckett y Seamos Heaney y un Premio Nobel de Física: Ernest Walton. Para avergonzar más a los pretenciosos, y generalmente acomplejados revolucionarios de nuestras latitudes, Irlanda se da el lujo, además, de haber procreado uno de los monstruos de la literatura contemporánea: James Joyce y un genio de la ironía anglosajona: Oscar Wilde.
LA ISLA DE SINGAPUR ES MÁS PEQUEÑA QUE MARGARITA
La república de Singapur es una isla de unos 700 km2 y su población es de 4,5 millones de habitantes (como Caracas, pues).
Fue colonia británica durante el siglo XIX y padeció la invasión japonesa durante la segunda guerra mundial. Luego se restauró el dominio británico hasta su independencia en 1959. Finalmente la República fue proclamada el 9 de agosto de 1965 (o sea, 130 años después de la declaración de independencia venezolana).
Esos 700 Km2 de su superficie ni siquiera alcanzan el tamaño de la Isla de Margarita, que tiene unos 940 Km2. ¡Nada que decir con respecto a Venezuela que tiene 916.445 Km2 (o sea, que es 1.300 veces más grande que Singapur )!. Podemos agregar, para provocar mayor escozor en los resentidos que quieren inventar o errar, que esa pequeña isla asiática, que no cuenta con las exorbitantes riquezas minerales y petroleras venezolanas, logró en el año 2009 que el ingreso per capita de su población fuese de 48.500$. Ese mismo año el de Venezuela fue de 11.500$. Para mayor vergüenza del país caribeño, un singapurense puede esperar vivir hasta los 81 años. En Venezuela, si no lo asesinan o lo mata una bala perdida, con suerte podrá llegar hasta los 71.
Podemos hacer comparaciones menos escandalosas y más antipáticas todavía:
PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD
Si comparamos las creaciones culturales, que son las que crean identidad y alimentan el orgullo nacional, entonces hay que sentarse a llorar.
La India, por ejemplo (según reporta wikipedia) posee 35 lugares Patrimonio histórico de la humanidad (entre los que se incluyen maravillas como el Taj Mahal o los templos de Mahabalipuran o Khajuraho). Perú posee 10 (entre ellos Machu Pichu y el Cuzco), Méjico 29 (Palenque, Ciudada de México y Xochimilco, Chichén-Itzá). Venezuela tiene 4 (Coro, La vela de Coro, la Universidad Central y el Parque Canaima).
UN POBRE PAIS RICO Y LLENO DE MILITARES
Durante muchos años pensé que Venezuela era una país muy particular. No poseía una civilización como la pre-colombina pues su población aborigen, los Caribe, nómadas y guerreros, fue aniquilada durante la conquista. Desde el punto de vista de la cultura Venezuela era, así, un desierto si se le comparaba con las creaciones Incas, Maya o Azteca. Los venezolanos debíamos conformarnos con lo que nos tocaba y a tenor de la conclusión sacada en 1848 por el polemista ecuatoriano Juan Montalvo: Ecuador era el convento, Colombia la universidad y Venezuela el cuartel.
Pues, bien, yo me conformaba con eso.
Me daba lástima que el país no recordara, con la frecuencia debida, a intelectuales como Roscio o Bello pero entre los soldados había algunos que valía la pena admirar. Particularmente me encantaba el aventurero y desenvuelto Miranda y lo prefería al iluminado Simón Bolívar. En fin, el hecho es que al país le quedaba, al menos, la gloria de sus ejércitos libertadores. Así podía haber sido hasta que llegó Chávez y, desafortunadamente, en lugar del gallardo liberador de pueblos, este soldado convencido de reencarnar al libertador, en la víspera del siglo XXI, vino a imponer el mismo caudillismo de montoneras del siglo XIX. Una tragedia de quien no tiene nada en su historia y, por ello, se ve obligado a repetirla a ver si algún día encuentra, por fin, algo.
No me ha sorprendido, pues, la visión del periodista Dominique Audibert quien lo describe en su ultimo reportaje (publicado en la edición de Le Point del 16 de septiembre) como un “Extravagante”, vestido con una increíble vestimenta de Supermán estrellado, con los colores de la bandera venezolana, rojo, amarillo y azul . En opinión de este periodista Chávez se ha convertido en una caricatura de sí mismo y hasta podría comparársele con una especie de General Tapioca de izquierda.
Me contentan sus comparaciones. Al menos ahora los europeos están ajustando sus larga vistas y, poco a poco, caen en cuenta de lo que realmente sucede: Llaman a Chávez dictador democrático y admiten que la situación del país refleja lo que Petkoff, citado por el periodista de Le Point, resume de manera precisa: Chávez no es un dictador. No es ni un Castro ni un Pinochet. La anatomía de su poder es todavía democrática, pero su fisiología ya no lo es.